¿Qué diferencia a una persona profesionista de un servidor público? La respuesta parece ser obvia y, compleja a la vez. Uno diría que el profesionista es aquel que ofrece sus habilidades físicas o mentales para recibir una retribución ya sea económica (muchas de las veces) ó en especie. Mientras que un servidor público es aquel que 'tendría que realizar un trabajo para el bien de la comunidad'; pero, como nos movemos en una lógica mercantilista, éste oficio de 'servidor público' no es altruista; recibe al igual que el profesionista una retribución económica por su puesto.
Y la respuesta también se vuelve compleja, en el sentido de que un servidor público es y debería ser una persona capaz y cualificada para ejercer dicho cargo, y aprobada por las mayorías en el proceso de selección. En México, las personas que ocupan los puestos ó cargos de servidores públicos ofrecen a la sociedad sus conocimientos cualificados para el ejercicio de la tarea que se les ha encomendado. (Aunque no en todos los casos).
En este sentido, personal especializado en el área de la salud pública, debería estar coordinando o trabajando en estas dependencia; igual que ingenieros civiles en obras públicas y así sucesivamente. Sin embargo, no todos los puestos son ocupados por personas especializadas en su área. En la sociedad burocrática del país, y de manera particular en el sector político, hay una presencia si bien no notable de diversos profesionistas en cargos de elección popular.
Me centraré sobre todo en el caso de los gobernadores, estos 'carismáticos' personajes que son capaces de agradar a multitudes o de causarles un breve pero sustancioso dolor en alguna órgano del cuerpo a más de un que otro ciudadano. Nuestros 'amables' funcionarios realizan día a día la tarea que nosotros sus empleadores les hemos asignado; administrar eficazmente el Estado y la Sociedad. Para esto se supone que nosotros empleadores conscientes, hemos elegido al mejor de la contienda (aunque en ocasiones solo nos pongan a elección los que un grupo de personas quieren).
En nuestra pequeña pero sustanciosa gama de 30 gobernadores y 2 gobernadoras, hay una variedad de profesionales elegidos para el puesto de la administración pública gubernamental. La educación profesionalizada de nuestros gobernadores y gobernadoras, se mueve desde las Ciencias Exactas hasta la de Ciencias de la Salud, pasando por las económicas, sociales y humanistas.
Así pues, tenemos ingenieros civiles, agrónomos, politólogos, economistas, contadores, médicos, químicos, periodistas, internacionalistas, profesores y porque no, una simple 'Ama de Hogar' (la carrera administrativa por excelencia).
Más allá de quedarnos con los estudios superiores de cada uno de nuestros gobernadores, cabría hacernos la pregunta, de ¿sí la profesionalización del individuo está en acorde con el puesto que se le pide desempeñar? Si la respuesta es afirmativa valdría la pena que el individuo conservará su empleo, al menos eso desearía yo en mí trabajo. Pero si la respuesta es negativa, ¿no sería justo despedirlo, abrir vacante y convocatoria para elegir al mejor, antes de que nos arruine la empresa? La calidad del trabajo, no mucha de las veces va de la mano (tristemente) con el estudio adquirido.
El 'servidor público' debería pues utilizar todos los medios posibles (aquí cabría el usar sus conocimientos adquiridos en las aulas) para mantener y lograr su trabajo. Ahora pues, no solo a los servidores públicos se le recomienda hacer este ejercicio; a cada uno de nosotros, los que de una manera u otra hemos recibido la instrucción de un oficio o de una profesión, ejercerla de la manera más eficiente y pronta para el servicio de la comunidad, independientemente de la retribución que podamos obtener, y dejar aún lado al intención de lucrar con lo que se nos ha compartido, al fin y al cabo, aunque tengamos diversas profesiones, tenemos un trabajo en común: dar un buen servicio a la sociedad.
Hasta la próxima.